Hoy quisiera escuchar historias tristes como las de Poe, que hablen de sus mujeres fantasma, de regiones abisales, cuervos bajo la luna. O aquel cuento de Tim Burton, en que dos cerillas se enamoran, y al besarse, incendian inevitablemente sus cabezas. O quizás, inventar uno especial para esta noche:
Ella podría llamarse Sílice; podría vivir en una cueva. Debería por fuerza vestir túnicas de terciopelo negro, ceñidas a su mínima cintura. Los cabellos salvajes, enredados en el viento como colas negras de serpiente. No; mejor azules, enmarcando unos ojos felinos. La pintaremos deshojando los colores de todas las puestas de sol, muda. Bajo su apariencia tenebrosa, dos marcas en el pálido cuello revelan la naturaleza de un cansancio infinito. Son las huellas de los besos de sus amantes, que cada noche, beben su energía...
Saludos, en estas fechas de felicidad obligada, para los invisibles. Tímidos, feos, parados, solos o mal acompañados, mediocres carentes de interés para el prójimo. Tan insignificantes que ni siquiera tienen concedido el derecho de declarar su sufrimiento.
Al amanecer veréis mejor el árbol desnudo, para advertir que éste, al contrario que el abeto, está vivo.